Enrique
M. Rovirosa
En cada campaña electoral, los mexicanos escuchamos a todos los candidatos
prometer que, en caso de ser electos, van a hacer todo lo que esté a su
alcance para acabar con el derroche que se hace de los recursos públicos.
No importa de qué partido político hablemos, todos coinciden en
esta retórica. Sin embargo, una vez que llegan al poder, la realidad es
otra. Se olvidan de sus promesas, pasan los años y las cosas lejos de mejorar
empeoran.
El gobierno del Presidente Felipe Calderón no ha sido la excepción.
Existen innumerables ejemplos en dónde no sólo se mantiene el dispendio
sino que va en aumento. Un caso que encaja en esta cultura de dilapidación
tiene que ver con la labor de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito
(CONALITEG).
Antes de entrar en detalle, debo mencionar que en lo personal comulgo con
el ideal de hacer accesible la cultura a todos los niños del país,
sea que cursen sus estudios en escuelas públicas o privadas. Y que el libro
de texto gratuito es un medio para lograr este objetivo.
Asimismo, considero que el texto gratuito no sólo debe servir para
garantizar una buena educación, sino también ser instrumento que
permita garantizar que el conocimiento científico llegue a todos, libre
de interferencias derivadas de creencias o dogmas religiosos.
Hace unos días, me percaté que los libros de texto gratuito
que se reparten en el país tienen una vida útil equivalente a un
período escolar. Y es que una vez que se entregan, los usuarios no están
obligados a devolverlos. Esto resulta por que se utilizan como material de trabajo
o porque su contenido puede cambiar de un lapso a otro.
Algunos de los textos que no se regresan pasan a formar parte de las bibliotecas
personales de los usuarios (especialmente los de lectura); sin embargo, la mayoría
termina en el cesto de basura.
Lo anterior, me parece una barbaridad. Más, en un país en dónde
alrededor del 50% de la población vive en condiciones de pobreza. Asimismo,
cuando las circunstancias de cambio climático en el mundo exigen que todos
hagamos un esfuerzo extraordinario en aras de contribuir a la conservación
de los recursos naturales.
La verdad, no hay justificación para que hayan transcurrido tantos años
desde que se inició el programa del libro de texto gratuito y no se haya
tenido un avance orientado a la reutilización de los libros que hoy se
destruyen. Ni en los países más avanzados se presenta esta situación
de desperdicio.
Es cierto que la CONALITEG ha implementado programas encaminados a reciclar
parte de estos materiales. No obstante, la finalidad es de utilizarlos como materia
prima y no para un programa de reutilización por parte de los alumnos.
Es seguro que si la CONALITEG y la Secretaría de Educación Pública
(SEP) hicieran un esfuerzo en aras de que se reutilizaran los libros, se podrían
obtener ahorros significativos en muy corto tiempo.
Me pregunto ¿Cómo queremos introducir en las generaciones futuras
una cultura de conservación si lo que ven en sus años de formación
es todo lo contrario?
Hay otra cara de la moneda respecto al tema del texto gratuito y que tiene
que ver con su costo.
El sitio web de la CONALITEG no tiene información de cuál es
el costo de los libros que produce y entrega; sin embargo, en una entrevista que
sostuvo en marzo de este año el Director de dicha Comisión, Miguel
Agustín Limón Macías, indicó que el costo de libro
de primaria fue de 6.76 pesos y el de secundaria poco más de 32 pesos.
Un análisis del Presupuesto de Egresos que ejerce el organismo aunado
al tiraje de libros que reporta, permiten determinar el comportamiento de los
costo promedio por libro.
En 2006, dicha Comisión erogó mil 985 millones 223 mil pesos
y produjo 246 millones 213 mil 738 libros. Esto arrojó un costo promedio
de 8.06 pesos por libro.
En 2007, se erogaron 2 mil 69 millones 410 mil pesos y se produjeron 228 millones
968 mil 814 libros, lo que significó un costo promedio de 9.04 pesos por
unidad.
En 2008, el gasto fue de un mil 966 millones un mil pesos y se produjeron
221 millones 044 mil 295 libros. Esto implicó ó un costo promedio
de 8.89 pesos por unidad.
Para 2009, se ejerció un presupuesto de 2 mil 735 millones 937 mil
pesos y se produjeron 244 millones 687 mil 308 libros, lo que redundó en
un costo promedio de 11.18 pesos por unidad.
En el periodo 2008-2009 el incremento en costo representó 25.7 por
ciento.
Resulta importante destacar que los costos promedios señalados anteriormente
no son definitivos, pues no consideran la parte relativa a la reposición
de maquinaria, equipo y edificios que se utilizan en todos los procesos. En pocas
palabras, no incluyen el costo de capital.
Al respecto, sería conveniente que la CONALITEG proporcionara la información
necesaria para tener el costo promedio real asi como los asociados a los diferentes
textos y libros que distribuye. Con ello, se estaría en condiciones de
conocer la efectividad real con la que lleva a cabo su labor.
Viernes, 27 de agosto de 2010. |