Enrique
M. Rovirosa
El triunfo del candidato demócrata Barack Obama a la presidencia de
los Estados Unidos de América este 4 de noviembre pasado significó
un hecho histórico sin precedente, pues es el primer ciudadano de raza
negra que tendrá la misión de guiar los destinos de la nación
más poderosa del mundo en los próximos cuatro años.
Al conquistar el titulo de Presidente electo, Obama dio inicio a la promesa
de cambio que manejó a lo largo de su campaña. Y es que el hecho
de ganar la contienda representa por si una innovación para su país.
Ahora, será cuestión de esperar para ver como logrará influir
en el cambio del resto del mundo.
Su victoria no se da en circunstancias fáciles. Recibirá a un
país inmerso en una de las crisis financieras más severas de las
últimas décadas y a un pueblo disgustado por la forma en que se
manejaron los asuntos públicos en los últimos años.
Si bien en términos de votos electorales, la victoria de Obama fue contundente
(349 contra 163 de John Mc Cain faltando sólo 27 de asignarse al momento
de escribir este artículo), el voto ciudadano no lo favoreció con
la misma contundencia, pues recibió 64.0 millones de sufragios (52 %) contra
56.5 millones (46%) que obtuvo Mc Cain. Esto significa que recibe a un país
dividido en términos de la opinión de los ciudadanos sobre quien
era el mejor candidato para dirigirlo.
No obstante, Obama contará con un apoyo inigualable en ambas cámaras
legislativas.
En el Senado, cuando aún faltaban por definirse 4 lugares de los 100
que lo integran, los demócratas ganaban 54 asientos lo que les garantiza
la mayoría absoluta. En el periodo que aún no termina, tienen 49
espacios lo que implica que ya lograron, al menos, 5 peldaños adicionales.
Por su parte, los republicanos llevaban 40 y habían perdido 5 mientras
candidatos independientes lograban 2 asientos (ver mapa).
En el Congreso, los demócratas también contarán con la
mayoría absoluta. Cuando faltaban por definirse sólo 9 de las diputaciones
que lo forman, habían obtenido 254 asientos, una ganancia de 19 respecto
a la legislatura actual. Mientras, los republicanos llevaban únicamente
172 lugares, una pérdida de 18 asientos.
En la carrera por las gubernaturas, la victoria de los demócratas también
fue considerable, pues ganaban 29 Estados contra 21 de los republicanos.
En estas circunstancias, el próximo presidente de nuestros vecinos del
norte podrá introducir los cambios legislativos que él y su partido
consideren necesarios para llevar a cabo sus promesas de campaña.
La mayoría legislativa de los demócratas les brinda la opción
de no tener que depender de acuerdos con sus oponentes. A pesar de ello, es seguro
que Obama –como ya lo manifestó en su discurso la noche en que celebró
su victoria electoral- buscará los que sean necesarios, mientras las condiciones
políticas así lo demanden.
La crisis económica que habrá de enfrentar en los próximos
meses, además de ocupar la mayor parte de su tiempo, exigirá también
la determinación y el esfuerzo conjunto de las principales fuerzas políticas
de ese país. El presidente electo lo sabe y por ello deberá sumar
antes que confrontarse.
Si bien el cambio de gobierno será oficialmente a partir del 20 de enero
del año que entra, Obama no puede darse el lujo que han tenido otros mandatarios
de tomar con calma el periodo de transición. Desde ahora, está obligado
a acelerar todo el proceso, de tal manera que quede garantizada su participación
en la toma de decisiones que corresponden aun a la administración del Presidente
George W. Bush. No hacerlo, además de significar un daño a su propio
mandato puede enviar una mala señal a los mercados financieros -mismos
que están a la expectativa de cualquier traspié- y con ello, empeorar
las cosas.
Está claro que Obama tratará de cumplir con los cambios que presentó
en su campaña; sin embargo, éstos tardarán en llegar. Y es
que lo primero en la agenda será resolver la crisis. Cualquier titubeo
o flaqueza de su parte, puede acarrear consecuencias no previstas. Así,
su gobierno deberá actuar de manera inteligente y consistente si quiere
que la economía retome pronto el camino del crecimiento,
En este contexto, es casi seguro que llevará más tiempo del que
muchos suponen emprender los programas tendientes a lograr el equilibrio de las
finazas públicas, reducir los impuestos, poner fin al conflicto en Irak
así como el crear un sistema de seguridad social universal, entre otros.
En el caso de nuestro país, es probable que los avances en los temas
de inmigración, seguridad pública y comercio sean escasos, al menos
en el primer año de su gobierno.
Y es que la postura del recién presidente electo es la de mantener una
política de fronteras seguras para su país. Para ello, ha propuesto
continuar con la contratación de más personal de vigilancia, construir
más infraestructura y utilizar más tecnología en esta labor.
Asimismo, continuar con el endurecimiento de las sanciones a quienes contraten
a inmigrantes ilegales que es precisamente lo que ha hecho la administración
de Bush.
También, ha planteado “sacar de las sombras” a
los 12 millones de ilegales en territorio norteamericano, mediante un programa
de regularización en el que se les exigiría el pago de una multa,
cubrir impuestos e inscribirse en un proceso formal para la obtención de
la ciudadanía.
En materia de seguridad, Obama prometió continuar brindando ayuda económica
para combatir a los carteles de la droga.
Sobre el tema del Tratado de Libre Comercio con México y Canadá,
si bien en un principio de su campaña habló de llevar a cabo una
revisión por considerarlo “devastador” y “un
gran error”, con posterioridad aceptó haberse dejado llevar
por la retórica a la vez que dijo estar dispuesto a dialogar con los socios
comerciales en aras de lograr acuerdos adicionales de beneficio mutuo. En particular,
se refirió a la necesidad de acuerdos relativos a fijar estándares
laborales y ambientales.
Dados los peligros que acechan a la economía mundial en estos momentos,
lo mejor que debe esperar nuestro país es que el gobierno de Obama sea
exitoso en su programa de rescate y reactivación de la economía.
Y si ello significa que se preste por un tiempo poca atención a las relaciones
con México, pues ni hablar. Hay que reconocer que hay prioridades y la
primera debe ser restituir el orden en la economía norteamericana y, en
consecuencia, la global.
Miércoles, 5 de noviembre de 2008. |