Enrique
M. Rovirosa
Hay seria preocupación de que la descomposición
política que vive el país pueda
traducirse en un conflicto social de gran envergadura.
Los acontecimientos de violencia recientes en
la Cámara de Diputados así como
en otras partes de la República, son
una advertencia de lo que puede desatarse en
el futuro.
Y es que por más que se diga que el
país va por el camino correcto y de que
lo mejor está por venir, la realidad
es que las condiciones económicas para
la mayoría de la población, lejos
de mejorar, empeoran más cada día.
Con ello, se genera un entorno propicio para
estallidos sociales.
El desempleo crece sin que haya manera de revertir
su tendencia en el corto y mediano plazos. La
estructura económica actual permite,
por cada punto porcentual de crecimiento del
PIB, generar alrededor de cien mil nuevos empleos.
Esto significa que el país necesita crecer,
cuando menos, en un 8 por ciento anual para
dar cabida a quienes se incorporan año
con año a la población económicamente
activa. En 2004, la tasa de crecimiento del
PIB será de poco más del 4 por
ciento y para 2005, se habla de una cifra ligeramente
inferior a ésta. En este marco de referencia,
el desempleo no puede sino seguir una tendencia
al alza pues está claro que existe un
problema de carácter estructural que
hasta ahora, no ha sido posible superar.
La inflación -fenómeno que afecta
de manera más pronunciada a los estratos
de población con menores ingresos- resurge
a pesar de los intentos de las autoridades monetarias
por contenerla. Todavía hace un par de
meses el Banco de México insistía
en que se mantendría la meta de 3 por
ciento para 2004, más/menos un punto
porcentual. No obstante, los resultados de septiembre,
dan por hecho que la meta será rebasada
y que posiblemente supere la cifra del 5 por
ciento.
La competencia internacional es cada vez más
cerrada y ante la falta de una mejora sustancial
en las condiciones de competitividad en el país,
no se prevé un crecimiento relevante
en cuanto a la captación de inversión
extranjera.
Por su parte, varios grupos de inversionistas
nacionales consideran que el Estado mexicano
no ha realizado lo suficiente en materia de
desregulación, por lo que mantendrán
una actitud mesurada en lo que respecta a sus
planes de expansión.
Si bien es cierto que en términos generales
los indicadores macroeconómicos siguen
siendo positivos, cuando se examina el impacto
que estos tienen sobre el bienestar de la población,
los resultados son pobres. En este sentido,
México se ha convertido en ejemplo de
la excepción a la regla.
Y si las cosas no están peores, ello
se debe a dos factores exógenos: el precio
del petróleo y las remesas de los mexicanos
en el exterior.
Los ingresos extraordinarios generados desde
fines de 2003 y a lo largo de 2004, han sido
medios para estabilizar las finanzas públicas
y mitigar el problema de la pobreza extrema.
En 2004, éstos superarán la cifra
de 7 mil millones de dólares.
Por su parte, las remesas de los mexicanos
en el exterior, se han convertido en el segundo
factor más importante para la captación
de divisas, superadas sólo por los ingresos
petroleros. Se estima que en 2004, éstos
superarán los 14 mil millones de dólares,
cifra que por segundo año consecutivo
estará por arriba de la inversión
extranjera directa.
Así, es de inquietar que la estabilidad
macroeconómica del país dependa
de elementos fuera de todo control interno.
En lo político, las cosas están
al rojo vivo pues el adelanto de la contienda
por la sucesión presidencial ha puesto
a todos, en una lucha contra todos. Las diferencias
no se dan unicamente entre los partidos sino
al interior de éstos. Y aunque pareciera
que los candidatos ya están definidos
para el PRD y el PRI en las personas de Andrés
Manuel López Obrador y Roberto Madrazo,
respectivamente, lo cierto es que están
en la campaña Cuauhtemoc Cárdenas,
Francisco Labastida y Manuel Bartlett, por mencionar
sólo a los más destacados de ellos.
En el PAN, Carlos Medina Plascencia, Felipe
Calderón, Santiago Creel y Francisco
Barrio, si bien son los más nombrados
no son lo únicos que forman la lista
de su partido. La propia esposa del Presidente
de la República, Martha Sahagún,
no está descartada de la contienda.
Mientras todo esto sucede, la sociedad pierde
día con día la esperanza de que
los políticos le resuelvan sus problemas.
Y ve con coraje que aquellos que se rasgan las
vestiduras al hablar sobre la necesidad de impulsar
en el país la legalidad y castigar la
impunidad son, la mayoría de las veces,
personajes que han hecho grandes fortunas precisamente
a partir de delitos como son: encubrimiento,
tráfico de influencias y negocios sucios,
entre muchos otros actos de corrupción.
Asimismo, está consciente de que si existiera
un verdadero estado de derecho, esos políticos
estarían en las cárceles.
En este estado de cosas, no es de extrañar
que cada vez que se convoque a una marcha de
protesta por temas relacionados a los problemas
que más aquejan a la sociedad, la respuesta
sea contundente, tal y como lo han sido las
mega marchas relacionadas a la seguridad pública
y al desafuero del Jefe de Gobierno de la ciudad
de México.
Así, nadie puede negar que el clima
es cada vez más propicio para un enfrentamiento
social. En particular, si las diferencias entre
las facciones partidistas del país continúan
resolviéndose, no a través del
dialogo y el consentimiento mutuo sino, mediante
la fuerza que da el “mayoríteo”
en los espacios parlamentarios. No debe olvidarse
que la experiencia dicta que los pueblos pasan
de la desesperanza a la frustración y
de ésta a la violencia.
En 1968, pocos se imaginaban que las protestas
sociales tendrían el desenlace sangriento
que significó la matanza de Tlatelolco.
Si bien es cierto que los espacios políticos
estaban cerrados a cualquier oposición
al sistema presidencialista unipartidista, también
lo es que la falta de oportunidades de empleo
y lo niveles de pobreza eran menores a los de
ahora.
Las protestas sociales en fechas recientes
han sido ordenadas y pacificas. Más eso
no significa que lo sigan siendo en el futuro.
En el clima de inquietud política y social
que se vive, hay muchos riesgos latentes. Por
el bien de México, ojalá y todas
las partes evalúen seriamente las consecuencias
de anteponer sus intereses personales y de grupo
a los de la nación.
Viernes 8
de octubre de 2004. |