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Enrique M. Rovirosa

 

Hace unos días, el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), anunció los resultados de una encuesta que realizó con el patrocinio de la Secretaría de la Función Pública respecto al problema de la corrupción en México, bajo el nombre de "Encuesta Sobre Gobernabilidad y Desarrollo Empresarial 2005".

Los resultados de esta investigación no sorprendieron a nadie. Sólo confirman lo que es de conocimiento de todos: que el fenómeno afecta a la mayoría de las actividades diarias que se realizan en el país.

En cambio, lo que si llama la atención es que el país siga adelante a pesar del obstáculo que esto representa para su desarrollo.

En general, el estudio establece que los empresarios mexicanos destinan hasta 120 mil millones de pesos anuales en pagos extra legales a autoridades estatales y municipales para acelerar trámites, obtener pagos preferenciales o contratos ventajosos. Este monto representa el 6 por ciento de sus ingresos anuales, e implica que gran parte de las utilidades de las empresas se destinan a cubrir la corrupción.

Por otra parte, los encuestados consideraron que los principales obstáculos al desarrollo de sus actividades son, en una escala de uno a siete, en primer lugar, la inseguridad (robos, crímenes y secuestros) con 5.15 puntos, seguida por la piratería (4.50), la economía informal (4.36), las prácticas sindicales (3.33) y la política fiscal (3.96). Asimismo, consideran como un obstáculo al desarrollo del mercado a los monopolios, es decir, cuestionan las actividades de Petróleos Mexicanos (Pemex), de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Luz y Fuerza del Centro, así como el desempeño de Teléfonos de México.

En cuanto al Índice de Corrupción en las Entidades Federativas, en una escala de uno a tres, Guerrero, Baja California, Distrito Federal, Nayarit, México, Morelos y Tabasco obtuvieron calificaciones mayores a dos, en tanto que Campeche, Colima, Baja California Sur, Sonora y Tlaxcala registraron un puntaje menor a 1.50.

A medida que se tengan más estudios de este tipo se podrá determinar el sentido que toma la corrupción en el país, es decir si crece o disminuye. Por ahora, apenas estamos en los albores de valorar la magnitud del problema mismo que, según algunos analistas del fenómeno, significa hasta un valor cercano al 40% del Producto Interno Bruto.

Es indudable que el cambio de partido en el poder, ha traído una mayor transparencia en todo lo relacionado a los asuntos públicos. Y con ello, que las prácticas de corrupción que antes estaban ocultas, broten hoy día por doquier. ¿Será esto lo que lleva a muchos a pensar que la corrupción en el país esta desenfrenada?

La verdad es que no lo sabemos. La encuesta del CEESP revela que el problema está extendido por todo el país pues ya no influye sólo en los poderes ejecutivo y judicial sino que también abarca al legislativo.

El marco legal para combatir el fenómeno, aunque muchos afirmen lo contrario, se ha quedado chico pues es evidente también el alto grado de impunidad que existe.

En este marco, la información divulgada en fechas recientes sobre los fideicomisos que dan sustento a las pensiones millonarias de los ex integrantes del Poder Judicial, se suma para caer como un balde de agua fría sobre las esperanzas de una sociedad que no ve con claridad cómo y hasta donde se esta combatiendo el problema de la corrupción. Por un lado, se presentan inumerables evidencias sobre el comportamiento del fenómeno y, por otro, queda en entredicho la integridad de los integrantes del órgano supremo encargado precisamente de vigilar el orden y la legalidad en el país, al hacer éstos un manejo ilegal e inmoral de la hacienda pública.

Viernes 19 de agosto de 2005.

 
 

    

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