Enrique
M. Rovirosa
Es un hecho que los problemas económicos en toda sociedad muchas veces
están rodeados de mitos y falacias. La palabra "mito" deriva
del griego mythos, que significa "palabra" o "historia".
De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española, es una cosa a las
que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene, o bien una realidad de
la que carece.
Por su parte, una falacia es sinónimo de engaño, fraude o mentira.
El sitio de internet Wikipedia señala a ésta como “un
razonamiento incorrecto que aparenta ser correcto. Es un argumento que no tiene
validez ya que las razones dadas para soportarlo no están relacionadas
con el tema, aunque parecen estarlo. Se apoyan en las formas de la lógica
y de la teoría de la argumentación, pero sólo para parecer
válidas, sin llegar a aplicar de forma estricta sus mecanismos. Las falacias
pretenden ser persuasivas, es decir, han de parecer argumentos sensatos para el
receptor.”
El peligro que encierran los mitos y las falacias es que se van convirtiendo
insensiblemente en axiomas (premisas que se consideran “evidentes”
y se aceptan sin requerir demostración) que nadie discute. Alimentan a
la anarquía que vive el mundo, misma que existe gracias al caos de ideas,
de conceptos y de información.
En Baja California, a últimas fechas funcionarios del Gobierno del Estado
han venido manejando como una realidad que el desempleo en la entidad ha crecido
debido al fenómeno de la inmigración. Aducen que la llegada de una
gran cantidad de personas procedentes del interior de la república en busca
de mejores oportunidades de vida explica, en gran medida, el aumento en la tasa
de desocupación, misma que pasó de representar el 2% en promedio
de la PEA en los años previos a la crisis económica hasta el 7.6%
en el tercer trimestre del año 2009, para ubicarse en 6.6% en noviembre
de este año (superior al 5.8% registrado en igual mes de 2010).
Si bien es innegable que las corrientes migratorias constituyen un mecanismo
de presión sobre el mercado laboral, no se debe caer en un razonamiento
simplista sobre un fenómeno complejo cuya explicación presenta diversas
aristas.
La afirmación de que la demanda de empleo se ha visto presionada en
los últimos años por el fenómeno migratorio sería
válido, si y sólo si la inmigración se hubiese modificado
significativamente en un plazo relativamente corto, alterando con ello el comportamiento
que venía mostrando esta variable en el tiempo.
Además, es necesario destacar que la metodología que utiliza
el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) para determinar
la tasa de desempleo se basa en una muestra de viviendas a las que acuden encuestadores
mes a mes para preguntar la evolución de la ocupación y el empleo
entre las personas residentes habituales. Así, ésta no toma en consideración
a los inmigrantes temporales, ya sean del interior, internacionales o repatriados.
Es cierto que el mercado laboral presenta signos de desequilibro, pero esto
no ha sido consecuencia de un comportamiento diferente de la demanda sino de la
incapacidad de la oferta para dar cabida a todos aquellos que buscan un lugar
donde colocarse.
Esto queda de manifiesto al revisarse las cifras de los trabajadores registrados
en la Delegación del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Baja
California. Si bien este segmento no representa el total de empleo formal que
se genera, es un indicador confiable respecto a su trayectoria. Así, se
tiene que en el año 2000, el organismo de salud reportó al mes de
diciembre 604,362 trabajadores permanentes y eventuales urbanos en la entidad.
Para el mismo mes de 2005, la cifra se elevó a 613,870, lo que implicó
un crecimiento absoluto de 9,508 plazas y un promedio anual de 1,901 empleos creados.
En diciembre de 2010, el número ascendió a 618,178 trabajadores,
un incremento de 4,308 respecto a 2005. Esto significó la generación
de tan sólo 862 empleos formales en promedio anual.
Entre diciembre de 2000 y el mismo mes de 2010, el número de empleos
nuevos que se registraron en el IMSS alcanzó la cifra de 13,816. En este
mismo período, la Población Económicamente Activa (PEA) pasó
de 1,017,243 a 1,421,632 personas, lo que significó la incorporación
de 404,389 personas en busca de una fuente de empleo. La mayoría de éstos,
al no poder colocarse en el mercado formal, pasaron a engrosar las filas de los
informales o, en su caso, de los desocupados y subocupados.
Así, es de preocupar que en la década comprendida de 2000 a 2010,
Baja California sólo tuvo capacidad de ofrecer empleo formal a menos de
cuatro de 100 personas que se incorporaron a la PEA.
En base a lo anterior, nadie debería sorprenderse y menos cuestionar
el hecho que la pobreza avance aceleradamente. De acuerdo al Consejo Nacional
de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la
pobreza (moderada y extrema) en BC pasó del 26.4% del total de población
(697 mil) en 2008 a 32.1% (1 millón) en 2010. Sin más análisis,
puede afirmarse que mientras no se resuelvan los problemas inherentes a la falta
de creación de fuentes de trabajo bien remunerados y con prestaciones sociales,
la pobreza y todos los problemas asociados a ésta, seguirá en aumento.
Históricamente Baja California ha sido un lugar atractivo para la migración.
Gracias a ésta se pudo desarrollar la entidad, pues el número de
pobladores originarios era escaso en las primeras décadas del siglo pasado.
El flujo migratorio positivo a lo largo de los años fue y ha sido característica
normal en el crecimiento poblacional de la entidad (según Censo del 2010
el 45.1% del total había nacido en otro lugar) y no una situación
extraordinaria como pretenden las autoridades estatales que se vea ahora.
Y es que, si bien es cierto que en términos absolutos el número
de inmigrantes ha crecido año con año, también lo es que
su participación relativa en el total de la población se ha mantenido
sin cambio (en 2000 y 2010 representó el 1.4% de ésta). No obstante,
si se le compara con la PEA, su participación ha disminuido al pasar de
3.4% en 2000 a 3.1% en 2010.
Al analizar el origen de las personas que inmigran (interestatales e internacionales)
la reducción de este factor resulta más significativa. Y es que
la mayoría de los migrantes internacionales son personas que vienen a radicar
en la entidad como parte de su plan de retiro; no vienen en busca de trabajo sino
a aprovechar las ventajas de un costo de vida menor al de su país de origen
(los EUA principalmente). Por ende, lejos de representar un problema en términos
del mercado laboral, contribuyen al empleo al requerir todo tipo de bienes y servicios
en los lugares donde se establecen.
En los últimos años los inmigrantes internacionales han venido
incrementando su participación en la inmigración neta total. Mientras
que en 2000 fueron 4,026 personas, mismas que significaron el 11.6% de la inmigración
al estado, en 2010 fueron 26,664 personas, mismas que representaron el 61.2% de
la inmigración total.
En contraparte, el número de inmigrantes interestatales ha disminuido
su importancia: en 2000 fueron 30,668 personas, flujo que disminuyó año
con año para ubicarse en 16,892 en 2010. Aun suponiendo que todas ellas
estuvieran en condiciones de trabajar, en 2000 hubieran representado el 3.0% de
la PEA del Estado y para 2010 sólo el 1.2 por ciento.
Con base en estos datos, si bien es cierto que la inmigración a Baja
California se mantiene como factor dinámico del crecimiento poblacional,
también lo es que cada día su importancia decrece en cuanto a su
peso en la demanda laboral. De ahí que no pueda afirmarse que constituya
un factor nuevo de desequilibrio del mercado.
En base a lo anterior, la conclusión es que el desempleo tiene su principal
origen en la falta de creación de nuevas plazas. La postura que asumen
las autoridades estatales en cuanto al factor migración para explicarlo,
no es otra cosa que un intento más para desviar la atención del
problema de índole estructural que afecta a la entidad y a todo el país.
Mientras se siga evadiendo el reconocer los orígenes de nuestros males,
seguiremos inmersos en un proceso de crecimiento económico bajo y con gran
injusticia social.
Viernes, 23 de diciembre de 2011. |